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Actualmente, como consecuencia del contexto económico, social y político de los últimos años, vivimos un “escrutinio permanente” de la sociedad sobre la actuación de las compañías en sus diferentes dimensiones. En este sentido, los procesos judiciales en los que se vea inmersa cualquier empresa pueden generar una ruptura importante en la confianza existente entre sus distintos stakeholders. El riesgo de que se ponga en tela de juicio la reputación de una organización cuando se ve involucrada en un proceso judicial es cada vez más evidente. Y esto se tendrá que tener en cuenta más especialmente en aquellos procesos en los que, debido a su naturaleza, generen mayor interés mediático. En ese tipo de litigios juega un papel muy importante el “tribunal de la opinión pública” debido al auge de los llamados “juicios paralelos” en los últimos años.

Con una dificultad añadida: estamos viviendo un momento de profunda transformación en el modo en la que la ciudadanía crea y comparte su opinión. La rapidez y facilidad con la que se transmite la información a través de las redes sociales y la hiperconexión de todos los ciudadanos a esas fuentes en tiempo real han propiciado que en pocos años la forma de gestionar la comunicación en procesos judiciales haya cambiado radicalmente.

En esta situación, el reto reside en participar en esta nueva forma de creación de la opinión pública y hacerlo de forma acompasada con lo que sucede dentro de la Sala.

Por eso cabe preguntarse: ¿Cómo impactan en la reputación los juicios paralelos? ¿Cómo puede ayudar la estrategia de comunicación a minimizar este impacto durante un proceso judicial? ¿Se puede ganar el pleito y perder la reputación?

Aquel portavoz que a la salida del juzgado habló de más, unas declaraciones de parte que no se encontraban alineadas con su estrategia legal o las esperadas explicaciones en relación a un asunto judicial que nunca llegamos a oír. Son varios los ejemplos que demuestran cómo, aunque se gane el juicio, se puede “perder” la reputación.